¡Más chutes no!

No recuerdo bien, pero no faltarían muchos meses para cumplir la mayoría de edad, y ya esperabas con impaciencia la carta del gobierno militar que te recordaba que en breve pasarías dieciocho meses con ellos.

Tenía amigos mayores que habían pasado por las «milicias», me sabía las historias de carrerilla, todas iguales, como sus cortes de pelo. Consumieron mucho alcohol y fumaron como nunca, pero también obedecieron órdenes de desconocidos sin rechistar, como jamás lo habían hecho en casa con sus padres.
No volvió ninguno más hombre de lo que se fue, es más, alguno vino mucho más idiota. 

El rollo marcial no iba conmigo, siempre lo tuve claro. No formaría parte de esa historia.

¡Haré de usted un hombre, soldado!

¡Haré de usted un hombre, soldado!

Me declare objetor de conciencia, con el tiempo fue más sencillo, pero en los años que me «tocó» cumplir el servicio, el Gobierno Militar situado en la calle Atocha de Madrid, daba el visto bueno o no a los motivos que les argumentabas para no hacer la «mili» y sí la «objeción».

El Servicio Social Sustitutorio (Objeción de Conciencia) lo realicé durante dieciocho meses en la Asociación de Deportistas Contra la Droga. A un Centro de Día acudía de lunes a viernes cuatro horas al día. Allí los toxicómanos intentaban la rehabilitación a base de muchas tareas (charlas individuales, pruebas médicas, terapias grupales, deporte…) y en todas me hicieron participe. Aprendí mucho, muchísimo, sobre todo de todos los enfermos que conocí.

Llevo mucho tiempo pinchándome, pero no tanto acordándome de aquellos años. He leído acerca de los estragos que causa el Sumatriptan (Inmigran), mismo perro, distinto collar, en algunos compañer@s, yo nunca he corrido ese mala suerte. Me pinchaba, me hacía efecto a los 8-10 minutos y a funcionar.
Pero desde hace un tiempo algo ha cambiado cuando uso la inyección. Me vienen a la memoria esas charlas con los chavales del Centro y todo lo que aprendí de ellos, y pocas veces compartí por ser tema tabú.

Campo de amapolas

Estas no hacen daño, la resina refinada de sus «primas» pueden matar

Ahora cada vez que aprieto el pulsador y la aguja se inserta en el brazo, una nueva sensación invade mi cuerpo. Noto como el líquido avanza por mis venas a un fuerte ritmo hasta estallar en la cabeza en un dolor insoportable. Un grado más de intensidad del dolor sentido antes del pinchazo.
En principio ningún efecto secundario más, exceptuando algún temblor de piernas ocasional cuando el intenso dolor se ha extinguido.

Luego llega la calma y las sensaciones agradables. El dolor ha sido eliminado, cortado de raíz. Me siento eufórico por la eficacia que tienen las inyecciones a pesar de las dudas que me generan. ¡Eso sí!, que no me falten, siempre cerca de mi.

De lo más importante que aprendí de los enfermos del Centro de día, era los estragos que causaba la «Dama Blanca», más en auge en aquella época, tanto a ellos como a sus familias. También las experiencias vividas por muchos, relatando con detalle las sensaciones que tenían al introducir esa sustancia prohibida en su cuerpo. El antes y el después de aquella locura.

Mañana lo dejo....

Mañana lo dejo….

El «caballo» activa un sistema de nuestro propio organismo denominado “sistema opioido” que regula los procesos físicos y psíquicos tan importantes como la sensación de placer, de satisfacción y el control del dolor.
Nada más ser pinchada notarás como recorre tu cuerpo hasta llegar al cerebro donde se convierte en morfina. Allí se adhiere a los receptores opioides y como resultado una oleada de sensaciones agradables, calma y euforia.

Eso es solo el principio. Luego están los efectos secundarios, devastadores. Familias destrozadas. Vidas frustradas. Vidas acabadas.

A veces no puedo evitar con tanto pinchazo, con tanta sensación y con tanta dependencia sentirme como un yonqui.

                      Muchísima salud para tod@s